martes, 30 de marzo de 2010

Es la seguridad, las ganas multiplicándose vertiginosamente, las miradas en las que te asomas y hay todo un universo detrás. Distancias que duermen los sentidos para matarte luego. Creer en algo que no existe e inventar colores cuando no quedan más acuarelas. Lugares que te escupen recuerdos y palabras que te hacen querer dar mil vueltas a las manecillas del reloj. La mente en blanco porque hay cosas que no tienen más vueltas, y hay momentos en que el cuerpo no recibe ni un gramo más de nostalgia. Podría estar horas delante de la misma taza de café, y podría morirme de frío todas las noches en cualquier esquina, sólo por sentir esto un segundo más. Podría caminar por la arena sin tener ganas de atravesar el océano. También podría acostumbrarme a los viajes en tren, aprender a cambiar de aires y llenar los estantes de sentimientos distintos, olvidando los sabores del verano y el sonido de las olas cada mañana. Pero no sé si mis piernas tendrían ganas de echar a correr a mitad de camino. No sé si otras voces serían capaces de engañar al corazón hasta este punto… Las ganas de abrazar a un completo extraño o meterte en su cama, o los sueños agotados que no entienden de razones. Los consejos que sólo sirven para tirarlos a la basura, o el cuerpo con ganas de aventuras y más historias que contar. Decisiones y esperas. Respuestas en el brillo de unos ojos y deseo en la mirada de otros. Aunque, sinceramente, ya no hay más que se pueda hacer.

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