martes, 29 de enero de 2013

Le gustan las películas de amor. Esas en las que los protagonistas se cogen de la mano bajo un paraguas, quizá en una lluviosa noche de París. Esa en la que luego se cuentan los lunares en la oscuridad y se besan como si el mundo se fuese a acabar por la mañana. Le gusta la magia y los millones de sitios donde ésta se esconde. Los libros que la llevan lejos de este mundo, los ojos de su persona favorita cada vez que la ven aparecer, los te quiero susurrados sobre la misma almohada. Le gustan las ciudades enormes y los áticos, con un balcón pequeñito para ver las estrellas por las noches. Le gustan las personas, aunque cada vez menos. . Sabe cómo quiere que sea su vida, porque se la imagina al milímetro todas las noches. Risas chocando entre las paredes y besos rodando por los muebles de todo el salón. Velas y cena para dos, como las de sus películas. . Pero ojalá todo fuese tan fácil como ir anotando en post-its todos los deseos y que estos se vayan cumpliendo uno a uno. Como soplar muy fuerte las velas de cumpleaños, o juntar los pulgares con una pestaña en medio. Además, todos saben que ya no se llevan las películas de amor. Pero eso da igual, cuando logras que el mundo se detenga dos segundos, o tres. Cuando de repente tu vida es una película. Cuando todo deja de importar si sabes que al siguiente paso todavía vas a poder respirar, un poco más fuerte. Y coleccionas palabras, paseos, atardeceres y tormentas. Y todos los post-its se escriben con dos rotuladores. Y van llenando las paredes, armarios, puertas… lo van llenando todo. Y vas recuperando las ganas, por lo menos cinco minutos al día. Cinco insignificantes minutos de total felicidad.

No hay comentarios: